Dos años después del brote del coronavirus, la respuesta mundial no ha hecho más que evidenciar las diferencias entre países ricos y pobres, y en los propios países entre los más vulnerables.
Así lo muestra un estudio de la ONU, el cual refleja que la inequidad en las vacunas, además de prolongar la pandemia, ralentiza la recuperación económica de países enteros, pone en peligro los mercados laborales mundiales, los pagos de la deuda pública y la capacidad de los países para invertir en otras prioridades.
HALLAZGOS DEL ESTUDIO
Según el nuevo
estudio publicado este mes por el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) en los países en desarrollo ha sido administrada solo una
mínima proporción de vacunas Covid-19, lo que ha provocado un aumento de las
diferencias entre países ricos y pobres.
En septiembre de
2021, poco más del 3 por ciento de las personas de los países de bajos ingresos
se había vacunado con al menos una dosis frente al 60,18 por ciento de los
países de altos ingresos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció
el ambicioso objetivo mundial de vacunar al 70 por ciento de la población
global para mediados de 2022. Seis meses después, el mundo no está cerca de
alcanzar el objetivo fijado.
El número total
de vacunas administradas ha aumentado pero también lo ha hecho la desigualdad
en su distribución, teniendo que de los 10.700 millones de dosis suministradas
en todo el mundo solo el 1 por ciento ha llegado a los países de bajos ingresos,
lo cual significa que 2800 millones de personas en el mundo siguen esperando
recibir su primera vacuna.
La falta de
equidad en la vacunación pone en peligro la seguridad de todos y es, en gran
medida, responsable de las crecientes desigualdades tanto entre los distintos
países como dentro de ellos.
COMPLEJA RECUPERACIÓN
Dos años después
del brote de la pandemia, LA ONU considera que los países más pobres se
encuentran con más dificultades que nunca para recuperarse económicamente, los
mercados laborales se resienten, la deuda pública sigue siendo persistentemente
elevada y queda poco en las arcas para invertir en otras prioridades.
El estudio del PNUD
pone de manifiesto que la mayoría de los países más vulnerables en cuanto a la
vacunación contra el Covid-19 se encuentran en África subsahariana, como
Burundi, la República Democrática del Congo y Chad, donde menos del 1 por
ciento de la población ha recibido el esquema completo de inmunización. Fuera
de África, Haití y Yemen aún no han alcanzado el 2 por ciento de cobertura.
Este análisis
muestra que, si los países de bajos ingresos hubieran alcanzado la misma tasa
de vacunación que los de altos ingresos en septiembre del año pasado, alrededor
del 54 por ciento, habrían aumentado su Producto Interno Bruto (PIB) en 16 270
millones de dólares en 2021.
En Sudán del
Sur, por ejemplo, los costes asociados a la vacunación contra el COVID-19
podrían haber cubierto todos los programas de asistencia social y el gasto en
educación del país, mientras que, en Burundi, podrían haber proporcionado
asistencia sanitaria a unos 4,7 millones de personas.
Si bien los
prolongados confinamientos impuestos en todo el mundo perjudicaron a todos los
trabajadores, los de los países en desarrollo se vieron, una vez más,
desproporcionadamente afectados. Los países más ricos amortiguaron el golpe
incrementando las ayudas económicas para los trabajadores formales e
informales, mientras que en los países de bajos ingresos estos apoyos
disminuyeron entre 2020 y 2021.
Estas “ganancias
perdidas” podrían haber servido para abordar otros problemas de desarrollo
urgentes, contemplados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la
Agenda 2030 de la ONU, el plan de la organización para asegurar un futuro justo
para todas las personas y el planeta.
Asimismo, las desigualdades de género aumentaron, con picos en la violencia de género y menos del 20% de la ayuda de los países dirigida a las mujeres.
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