Colombia actualmente se encuentra en una polarización ideológica, llena de matices, mentiras y estigmatizaciones, que promete por desgracia ser el insumo esencial en el debate presidencial que se avecina en 2022.
Por:
Juan David Beltrán
En
ese sentido, y a pesar de que no se deberían reducir las elecciones a la
ubicación ideológica en el espectro político, los últimos hechos nos conducen
de nuevo a escribir en términos de derecha, centro e izquierda como agendas
políticas.
Empecemos
por recordar que la izquierda y la derecha, son términos que surgen durante la
asamblea nacional de agosto – septiembre de 1789 en el inicio de la Revolución
Francesa, todo por la ubicación de los diputados que debatían la nueva
constitución, los partidarios de veto real se ubicaron a la derecha del presidente
y quienes se oponían a este veto a la izquierda, más de dos siglos después se
sigue hablando políticamente en los mismos términos. Tenemos la tarea de
evolucionar.
En
el caso colombiano, se podría afirmar que la plataforma ideológica de la
derecha limita la libertad individual para lograr seguridad a través del
autoritarismo y una ferviente defensa del derecho a la propiedad privada, por
otro lado, la plataforma ideológica de la izquierda prioriza la justicia social
por encima de la riqueza individual y una airada defensa de lo público como
sinónimo de equidad.
Sin
embargo, entre estas dos plataformas caben diversos conceptos, matices y
posiciones relacionadas por ejemplo con cuánto derecho a la propiedad privada
es posible restringir para mejorar la justicia social, o a cuánta libertad se
puede renunciar para mantener la seguridad.
Hay
otras posiciones que diferencian a la izquierda y a la derecha, por ejemplo,
hay quienes creen que la lucha contra el cambio climático es de izquierda, pero
en verdad, no es de su propiedad, la mayoría de los partidos verdes en el mundo
son de centro o centroderecha.
Así
las cosas, el centro es hoy un amplio nicho electoral en disputa, pero algunos
lo usan como un mecanismo para mostrarse políticamente correctos. Por eso,
defender un centro único, termina en las mismas características de los
extremos, y ejemplo de ello ha sido el actuar de Sergio Fajardo quien desde la
segunda vuelta presidencial hasta hoy gravita en la supremacía ética que uno no
sabe muy bien desde dónde le llega ese halo. Fajardo no debe y no representa el
centro político en Colombia.
Resulta
entendible la campaña que se lleva a cabo hoy en Colombia para desprestigiar a
quienes no nos identificamos ideológicamente con la Izquierda de la Colombia
Humana o la Derecha del Centro Democrático, pues se ha pretendido disminuir
dicha postura, bajo el convencimiento de que beneficia a la izquierda, sin
entender que a pesar de coincidir en que se requiere un cambio en Colombia y
que existe la necesidad de sacar del poder a quienes hace 200 años gobiernan,
el camino lo concebimos a partir del reformismo y el incrementalismo, siempre
en el marco de la Constitución de 1991.
El
centro representa entonces una ética de respeto al otro, aunque piense
diferente, aunque sea mi contradictor. Esto sin duda no ocurre en la derecha o
izquierda extremas, pues basta ver las redes sociales, para identificar que se
terminó en el maltrato sin argumentos, agredir y calumniar a los demás, basados
en tesis como estar defendiendo la patria, ser los únicos promotores del cambio
o en la creencia de ser los salvadores de Colombia, generando sin duda
polarización, este insumo principal para el odio, la violencia, pero sobre todo
para que los mismos con las mismas sigan en el poder.
En
conclusión, en Colombia sí existe el centro político, y se diferencia de los
extremos, no hay liderazgos mesiánicos, caudillistas, no hay un afán de
sobreponer una posición a otra, no se trata de monólogos autoritarios, sino del
ejercicio juicioso del debate democrático, un verdadero desarrollo del Estado
Social de Derecho.
Así
que, la política colombiana no se puede analizar en términos de todo y nada,
más bien podríamos analizarla en términos de más y menos; está llena de matices
y grises, no se trata de la exactitud de la matemática. Y en últimas la
discusión realmente importante en la actual agenda política debe ser cómo
reconstruimos el país, cómo hacemos de Colombia un país más justo, más educado,
y sobre todo como construimos la tan anhelada paz estable y duradera que
necesita con urgencia este país, a través de líderes que despierten confianza y
no pasión.
El argumento no puede seguir pretendiendo disminuir al centro a fachos o castrochavistas según quien lo señale.
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