Los trancones, las largas distancias no son impedimento para que Esperanza Bejarano salga todos los días temprano de su casa en Bogotá, dispuesta para atender a domicilio a sus 10 o 12 pacientes diarios.
Casi todos, cuenta ella, son personas que viven en zonas marginales de la ciudad, con muchas dificultades por sus condiciones económicas y por sus enfermedades, algunos de los más afectados son aquellos que padecen enfermedades que los pueden llevar a ser amputados como la Úlcera de Pie Diabético (UPD), la cual fue abordada en El Observador Siglo XXI anteriormente.
UNA VOCACIÓN DE SERVICIO
El amor y el compromiso que se debe tener
con las personas enfermas, llevaron a Esperanza a formarse como Enfermera
profesional y Terapista Enterostomal. Es así, que después de 34 años de
ejercicio profesional, y ya pensionada sigue curando las heridas de los
pacientes que llegan a sus manos, y a quienes tiene que atender al menos 3
veces por semana.
Sus pacientes siempre están con una
herida ocasionada por alguna enfermedad o accidente. Sin embargo, una de las
patologías que más le ha llamado la atención, es la UPD,
un padecimiento que puede producir amputaciones de los miembros inferiores.
Además, presenta un índice de mortalidad a los 5 años, semejante al cáncer de
pulmón.
Son pacientes, dice ella “con mal manejo
de la enfermedad, que ya han estado hospitalizados, estabilizados, con su
tratamiento de antibiótico y dados de alta, para seguir con tratamiento en
casa. Ellos ya salen con la herida limpia y con las indicaciones del médico
especialista, y yo los recibo en proceso de cicatrización. Les aplico el
tratamiento biotecnológico de factores de crecimiento epidérmico dentro de la
herida. Por lo general son lesiones de perforante plantar, velo y dorso del
pie”.
“Cuando uno atiende heridas, le debe
apasionar y le debe gustar”, lección que ha enseñado a sus colegas y médicos, a
lo largo de su vida profesional. “Después de pensionarme, me dieron la
oportunidad de seguir ayudando a estas personas, a quienes siempre les digo,
que somos un equipo, en el que el grupo médico pone el 50 por ciento y el
paciente con su familia deben contribuir con el otro 50 por ciento”
Adicional a la atención brindada por la
jefe Esperanza, al paciente se le enseña los cuidados que debe tener con la
herida, con sus medicamentos y su alimentación. “Es muy importante que ellos
estén pendientes de su Glucometría, para el control de su azúcar en
sangre. Todo hace parte de la curación y
del control de su enfermedad, teniendo en cuenta que la patología primaria de
estos pacientes es la diabetes”, advierte.
Y es que, para el control de esta
enfermedad, los pacientes deben hacer un cambio total de su rutina diaria, al
tener que dejar de comer carbohidratos, dulces y bajarle a la sal. Además,
“deben ponerle cuidado a la tensión arterial, porque esta también influye, al
afectarse las arterias y las venas”, según Esperanza, quien resalta que los
pacientes diabéticos pueden incurrir en una hipertensión más rápido que una
persona que no la sufra, adicional a otros padecimientos.
Este grupo de personas debe ser atendido
por un grupo interdisciplinario en el que intervienen entre otros el internista,
diabetólogo, ortopedista, cirujano vascular, la clínica de heridas y el
psicólogo o psiquiatra. Estos dos últimos tienen que intervenir por la
depresión que ocasiona esta enfermedad en los pacientes, sobre todo los que se
enfrentan al riesgo de la amputación que ocasiona la UPD.
De acuerdo con la experiencia de la
enfermera Esperanza, los pacientes se deprimen “en especial los hombres,
quienes son los que más rechazan los tratamientos, luego se culpan a sí mismos
por no haber hecho caso y no haber seguido la dieta. De la misma forma,
encontramos quienes lo aceptan, o como nosotros decimos, quienes hacen
adherencia al tratamiento. Tristemente
también nos encontramos con aquellos a quienes ya no les importa absolutamente
nada y se dejan llevar por la enfermedad”.
CADA PACIENTE ES UNA HISTORIA
Adicional a la depresión que ocasiona la
UPD en los pacientes, para Esperanza el compromiso con ellos es muy difícil,
“porque la población vulnerable es la más afectada y desafortunadamente somos
un país donde no prevenimos”.
Esperanza tiene muchas historias por
contar, las cuales la han marcado como ser humano, como aquella paciente que,
en su lecho de muerte, un día le pidió le enseñara a rezar el rosario, mientras
ella curaba sus heridas. Al día siguiente, la cama estaba vacía.
Otra historia, es la de Oscar*, un
paciente diabético de más de 50 años, quien siempre ha sido conductor de bus, y
un día lo sorprendió una pequeña herida en su pie, en la misma época que
enfrentaba la separación con la pareja de toda la vida.
Todo se le junto y cuando acudió al médico
no lograron salvarle un dedo del pie, el cual tuvo que ser amputado. Esperanza
dice que ha logrado recuperarse gracias al apoyo incondicional de su nueva
pareja, quien está muy pendiente de sus cuidados.
A otro de sus pacientes no le fue tan
bien. Esperanza cuenta con tristeza, que José* terminó con uno de sus pies
amputados hace unos tres meses. Es un paciente diabético, con problemas
familiares y además durante el aislamiento por la pandemia su negocio quebró.
Terminó dependiendo de su hermana, quien no tenía cuidado con su alimentación.
Aunque él era consciente de su
enfermedad, el mal uso del calzado le provocó una ampolla en el dorso del pie,
luego una herida. Empezó a realizarse remedios caseros, sin obtener buenos
resultados.
Estuvo hospitalizado, estabilizado y en
casa recibía la atención de esperanza, quien fue quien descubrió que le acaba
de aparecer de nuevo la infección. Ella le pidió que fuera a urgencias, su
herida no daba espera, él no acató la advertencia y cuando fue a urgencias, fue
hospitalizado, porque la infección ya estaba muy avanzada y la única solución
fue la amputación.
Un joven con 19 años de diabetes
Otro caso que quiso compartir Esperanza
es la de Steven Pérez, un joven de 24 años, quien nos compartió su historia, y
nos contó como en estos momentos está padeciendo una UPD.
Steven desde los 5 años le fue
diagnosticado con Diabetes Tipo 1. Esto sucedió un día que se sintió mal y su
papá lo llevó donde un señor que le recetó un remedio para las lombrices y unas
vitaminas, por la noche tuvo una crisis, que hizo que su padre lo llevara a
urgencias.
Desde entonces, Steven ha tenido que
convivir con la insulina, medicina que fue suministrada por temporadas. Él
cuenta que realmente, “nunca hubo alguien pendiente de mí, sufro de ansiedad y
nunca me cuidé. Bebía y como no me hacía daño en ese momento, no le puse
cuidado”.
Ahora, sufre las consecuencias de los
descuidos a lo largo de su corta vida. La enfermedad le ha provocado la pérdida
de algunos dientes, artropatía de Charcot, pérdida de visión y no ha tenido
forma de comprar sus gafas que tanto necesita, y la úlcera de pie diabético,
que es lo que más lo tiene preocupado. Tampoco, tiene los zapatos adecuados
debido a su situación económica.
Steven cuenta que hace unos dos años
empezó a presentar síntomas como cansancio, desaliento, dolor de cabeza y luego
le apareció una pequeña herida en el pie izquierdo al lado del dedo pequeño.
Esa herida fue creciendo y por la cual estuvo hospitalizado este año, 12 días
en enero y 24 días en febrero en los hospitales de Vista Hermosa, Meissen y el
Tunal de Bogotá.
Aunque la lucha no ha terminado, gracias
al tratamiento recibido pudo salvar su pie. Actualmente, las curaciones se las
realiza Esperanza, quien lo visita tres veces a la semana.
Sin embargo, a Steven le preocupa que se
va a quedar sin EPS y los trámites ante el Sisbén se le van a demorar unos tres
meses, tiempo durante el cual no sabe qué va a hacer, porque no va a recibir la
atención médica, ni tampoco sus medicamentos.
Ahora vive donde Yolanda, una amiga de
su familia que le abrió las puertas de su casa en Bogotá, y quien se ha ocupado
de sus cuidados, ya que su papá, su madrastra y su hermano, quien también es
diabético viven en Nocaima, Cundinamarca. “Es la primera vez en mi vida que me
cuidan, que se ocupan de mí”, afirma.
Desde los 18 años, vive por su cuenta,
trabajando de manera informal. Su último trabajo fue vendiendo dulces en los
buses, actividad que tuvo que dejar de lado por su herida del pie. Ahora,
depende económicamente de su padre, está terminando su bachillerato. “Quiero
estudiar auxiliar de enfermería para ayudar a otras personas y poderme cuidar
mejor”, afirma.
Al final de la entrevista se le preguntó
que ¿qué le diría a un joven cómo él, que sufre diabetes? A lo que respondió “que
se cuide porque ya después pasa el tiempo y uno no lo puede retroceder, y que
fuera solo la diabetes o que uno se muriera así de la noche a la mañana, pero
no es así. Cada vez, uno se va sintiendo peor”.
“Ahora, ya tengo complicaciones por la
misma diabetes. La UPD, la artropatía de Charcot, la retinopatía, la ansiedad,
se me han caído algunos dientes, me siento cansado a cada rato. Aunque no es
imposible vivir así, esto sí se puede evitar o postergar”, expresó Pérez,
recordando las palabras de su abuelo: “uno no puede echarse a morir, hay que
luchar hasta el momento de la muerte, después de la tormenta viene la calma”.
*Los nombres han sido cambiados, pero las historias son reales. Este trabajo fue realizado por Adriana Echeverri.
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