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La Minga, la Protesta, el Gobierno y el Estado

“Los derechos a la manifestación y protesta pacífica no pueden ser restringidos, ni siquiera en el marco de la emergencia sanitaria. Por el contrario, las autoridades políticas deben garantizar su ejercicio.”

Por: Juan David Beltrán

Durante la última semana hemos visto marchar a la Minga Indígena 639,4 km desde el Cauca hasta Bogotá, un hecho que por supuesto es un acto político reconocido por el mismo Consejo Regional Indígena. Ahora, no puede ser analizado en términos ideológicos, se debe entender que el olvido de las comunidades indígenas ha sido una constante del Estado y no sólo del actual Gobierno. Si el presidente lo entiende, podrá atender las demandas sin creer que es una derrota política.

Los derechos a la manifestación y protesta pacífica no pueden ser restringidos, ni siquiera en el marco de la emergencia sanitaria. Por el contrario, las autoridades políticas deben garantizar su ejercicio.

Fue un muy mal mensaje del Gobierno la incapacidad de promover un escenario de dialogo con la Minga el cual debió darse en el Cauca, pero Colombia es un país centralista que olvidó su periferia, que nunca ha gobernado para y desde sus territorios; todas las políticas públicas nacionales se han escrito desde escritorios de Bogotá.

Este Gobierno como ningún otro ha decidido el partidismo a la hora de tomar decisiones. Recurrió sin avergonzarse al argumento de que la Minga no votó por el Presidente, que quienes ganaron las elecciones fueron otros, como si se pudiese ser presidente para unos y no para todos.

Por supuesto que los planes de desarrollo se establecen con la visión de quienes ganan en democracia, pero una de las premisas de la democracia es que las mayorías no pueden reducir al silencio a las minorías. En un gobierno que no lo ha entendido, se empieza a ver el papel de los jueces quienes tienen el deber de hacer efectiva dicha premisa, y eso incomoda a quienes confunden las hordas mayoritarias de la democracia con los monólogos autoritarios de las dictaduras.

Pero el país debe centrarse en las demandas de la Minga pues, a pesar de que los indígenas se fueron de Bogotá, queda una agenda política abierta y unas demandas pendientes por escuchar y atender que tarde o temprano se sumarán al malestar de otros sectores sociales del país. Esas demandas se han resumido en, vida, democracia, territorio y paz.

De acuerdo con el informe del Instituto de Estudios para El Desarrollo y la Paz (Indepaz) durante los últimos cuatro años han asesinado 269 líderes indígenas, cómo no pedir garantías que protejan el derecho a vivir. También exigen mecanismos de democracia que los incluyan, e insisto, en democracia las mayorías no pueden reducir al silencio a las minorías. También dan un grito de independencia sobre su territorio que hoy está en disputa entre el ELN, las disidencias de las FARC, los grupos armados aliados a los carteles mexicanos, y un Estado que ha sido históricamente incapaz de controlar los corredores del narcotráfico. Imagínese vivir en medio de ése conflicto; seguramente muchos indígenas terminan instrumentalizados por unos u otros.

En relación con la paz no es menor cosa recordar que en los departamentos del Cauca, Nariño, Putumayo y Valle del Cauca el resultado del plebiscito fue mayoritariamente a favor de los acuerdos firmados por el Estado y las FARC[1] y, junto con la promesa de la construcción de una paz estable y duradera, tienen derecho a vivir en paz. Están exigiendo legítimamente el cumplimiento de los acuerdos del Teatro Colón. Y se tiene que recordar que el discurso del entonces candidato Iván Duque sobre los acuerdos fue moderado y prometió cumplirlos, lo que ocasionó en ese momento un leve distanciamiento con el sector más radical del uribismo liderado por Fernando Londoño quien en plena convención del partido indicó que el primer desafío del Centro Democrático sería volver trizas el acuerdo final con las FARC.

Hay que entender entonces que las demandas de la Minga son justas y necesarias para construir desde los territorios un país pluralista, incluyente y democrático. Fácil es estigmatizar la Minga, pero el deber es incluir en la agenda pública los problemas sociales, económicos y políticos del sur de Colombia.

El acto político de la Minga en Bogotá fue un episodio de dignidad, pero también una lección de pacifismo, un llamado a la juventud y a los demás sectores de que la violencia no se puede responder con más violencia, de que el odio no se derrota con odio. Una lección de construcción de paz.

 

[1] Resultados del plebiscito: Cauca SÍ 67.39% NO 32.60%; Nariño SÍ 64.81% NO 35.18%; Putumayo SÍ 65.50% NO 34.49%; Valle SÍ 52.44% NO 47.55%.


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